martes, 19 de noviembre de 2013

Último encuentro de 2013


Noviembre en Lecturas en el CCC



Jorge Consiglio nació en 1962. Es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado cuatro libros de poesía: Indicio de lo otro (1986), Las frutas y los días (1992); La velocidad de la tierra (2004) e Intemperie (2006); un libro de relatos, Marrakech (1998) y la novela El Bien (2003), que recibió en España el Premio Ópera Prima Nuevos Narradores


Poemas:

Selección de poemas de Intemperie (2006)


La Rata

No
entiende el sueño
como dejar de ser
lo que la realidad demanda.

Desconoce la vejez
como apariencia del tiempo,
la forma ovalada de su cráneo, las uñas,
el gusano eventual que mañana
arderá en su paladar.

Es metódico presente,
sombra acorralada.
Cuenta con el límite de su ánimo:
está cómoda en el íntimo teatro del miedo.

Ahora muerde un trozo de pan.
En la boca, puro holocausto,
trabaja su lengua y la secreta circunstancia
de la saliva.
Mastica, vale decir, con un aire ausente.
Está inmóvil en su cueva.
Tiene la mirada fundada
en la economía y el sigilo.

Vive corrida
por el desesperado índice de su deseo.
Al perpetuo abrigo de la huella que amenaza.





A cielo abierto

Trepa por una viga y se aleja.
La madera se ofrece
dócil al roce de su piel.

Si bien el cielo es duro y limpio
sabe que la intemperie
determina engaños: no existe lo que llaman soledad.

La memoria del hambre
determina su rumbo.
El bigote rígido y la leve tristeza
que le describe el cuerpo,
lo dicen.

Está andando sobre un techo y de pronto se detiene.
Levanta apenas la cabeza, yergue las orejas:
distingue el día.
Ve la brumosa claridad que se aprieta
contra el mundo.
Ni por un momento olvida
la piedra oscura que guarda en el vientre.


Lo imposible

La veo tan cerca que creo
aceptaría mis manos.
El engaño, como a todos, me vasta.

Mueve la cabeza,
intenta oler aquello que ocurre y no ve.
Parece que dijera pérdida o consuelo.

Parte su camino: un mamífero más que deambula a ciegas.
No hay manera de anticiparle el rumbo.
Cuenta con el mismo sentido
que el líquido que se derrama.

Tiene el paladar impregnado
con el almíbar de los desechos.

Ahora se sumerge en un silencio
que ella misma no tiene y
se aferra a sus entrañas.
Conoce, y no lo sabe,
el horror desde donde nadie lo mira.

Abre el oscuro cofre de su boca,
se relame, con la lengua
repasa el confín de sus labios.
Su aliento desestima
toda peregrina idea,
sea o no de eternidad.